domingo, 24 de marzo de 2013

Papel divino

La masa homogénea se dirige a la reunión diaria, a celebrar sus rituales. En sus corazones, en sus carnes, sienten el calor de su dios, mientras los no creyentes mueren de aterimiento en las esquinas, donde nadie les recuerda. Son invisibles a sus ojos, a los ojos de la masa, a los ojos de la ciencia y de la existencia. Pero ellos no tienen otra elección que la de permanecer en el limbo, donde no hay lugar para Dios, ni para nada.

Nubes de humo. Fumata negra que emerge de las colinas que atraviesan el cielo. Fumata negra por un dios que se fabrica en cadena con sus mismos productos. Oraciones eternas, rezos metálicos de los engranajes, de las entrañas grises del avance hacia el apocalipsis inhumano. Columnas áureas, escaleras al cielo negro, al cielo sin sol ni luna, sin estrellas, solo ríos de sangre teñida de petróleo y poder.

Y la masa negra, la masa que se destruye entre sonrisas falsas, la masa de los que luchan por ser los únicos abrazados por su dios, por el papel divino. Papel divino, papel que asola bosques y a la Naturaleza entera, que llora lágrimas ácidas. Pero estas no acaban con las pieles que le fueron arrebatadas, que tapan las carnes podridas de sus hijos ilegítimos. Son árboles sin raíces, carcomidos por termitas divinas. Son árboles caídos que cubren el rocío de los campos.

Repicar incesante de campanas de oro. Suenan campanas por la muerte de otra fortuna, por montañas rojas que descienden al inframundo, mientras los ateos mueren sin más ritual que el de ser desgarrados por los buitres. Carroña para los buitres y los manjares para la masa. La carroña también es manjar para las rapaces. Y la masa, con sus estómagos repletos de su dios, que acabará diluido en las aguas negras.

Papel divino que hace girar el mundo, en una órbita errática, una órbita que nos aleja de nuestros planetas vecinos, de nuestra estrella, que un día nos alimentó. Una órbita que nos condena a la destrucción, al frío más insufrible, el frío que no apagan pieles sangrientas, el frío con el que se marcharon los ateos. Ya no hay nada que pueda pararlo. Fumata negra, cielo negro, buitres negros, aguas negras, masa negra. Ya no hay salvación. El dios que creamos, hoy ha acabado con nosotros. 

1 comentario:

  1. Grande, muy grande la entrada, ante todo expresiva. Como digo yo "quien quiera entender, que entienda".
    El final es sobrecogedor.

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