viernes, 20 de enero de 2012

Un alma que vaga por las calles de Madrid

Observaba cada adoquín, cada semáforo, cada farola, cada esquina, cada carretera, cada persona. Observaba todo aquello, que el tiempo y la experiencia decidirían si sería la última vez que lo viera. Ya nada le ataba a Madrid, la ciudad donde había nacido y vivido siempre. Ya nada quedaba de los antiguos tiempos, aquellos tiempos cálidos y felices. Había decidido darse una oportunidad más, un año en el que viajaría por el mundo y decidiría si acabar con su vida o no. Era una búsqueda de algo que realmente mereciera la pena. Era una búsqueda de dar sentido a su vida. Aquel año sería el decisivo.
Contempló el reloj de la plaza de Sol, mientras el cielo rojizo daba paso a uno oscuro. El frío empezaba a calar sus huesos, y decidió abandonar la plaza para arrastran su maleta abultada por recuerdos de otros tiempos a lo largo de la Gran Vía. Si algo le gustaba de Madrid era perderse por sus calles, porque sabía que cuando quisiera encontrarse lo haría. Siempre tenía un metro cerca. No iba en ninguna dirección, simplemente se dejaba llevar por sus piernas. El edificio de Schweppes se acababa de iluminar, y las luces de todos los colores empezaban a inundar la calle de los teatros.
Dejaba para el postre su lugar preferido de Madrid, el Retiro. Amaba ese parque, ver cómo las barcas blancas copaban el lago, cómo los patos y los peces se acercaban por si les tirabas algo, los árboles, la gente corriendo en patines y bicicleta. Cuando quería olvidarse de todo iba allí, se tumbaba en la hierba y miraba el cielo. Esa vez solo caminó por el parque, en una oscuridad casi total.

Unas horas después el avión despegó, y vio como la ciudad se hacía cada vez más y más pequeña, y ya solo se veían las lucecitas.
- Adiós Madrid.- susurró después de suspirar, mientras dejaban atrás la capital, comenzando así el gran viaje.

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