sábado, 12 de noviembre de 2011

Historias de Salea: Salea, Reina de la Noche

Dice la leyenda, que cuando las dos lunas se alinean, Salea, la mujer más bella de Maelor, resucita de su profundo sueño. Por eso Bram recorría medio Maelor, para ir al Bosque de Salea, a por ella.
No iba a ser fácil, porque tenían que atravesar el Estrecho de Rambután. Además, se decía que los saleanos no eran muy hospitalarios. No dejaban pasar a nadie a su bosque, ni siquiera a otros humanos, y menos a nómadas, o asarjes, como les llaman.
Había dado la vuelta a Maelor varias veces, pero el Bosque de Salea era uno de los territorios que no había pisado. Cuando escuchó la leyenda de Salea, en la reunión de asarjes, en Isla Asauri, se decidió a hacer la expedición. Ninguno de los asarjes se había atrevido a entrar en el bosque.
Quedaba un mes para que las dos lunas se alineasen. Habían partido desde Isla Asauri, y habían vuelto a Gea. Tenían que atravesar todo Gea hasta el estrecho. Bram iba acompañado de un joven asarj, Rae. Había conocido al joven en una de sus aventuras, hacía unos años, y desde entonces, le acompañaba siempre.
Bram solía rodearse de bellas mujeres cuando paraban, que se dejaban rendir a su atractivo y sus encantos. Su melena negra, que en verano se aclaraba, hasta parecer casi rubia, ondeaba siempre al viento. Rae le admiraba, pero aunque fuera mucho más joven, no tenía ni la mitad de éxito con las mujeres. Era muy delgado, y sin músculos, frente a los grandes bíceps que escondía Bram bajo la coraza. Además de más corpulento, Bram era más alto, rozaba los dos metros. La verdad era que no se parecían nada, pero les unía una profunda amistad.
Se pararon. Bram miraba un mapa de grandes dimensiones. No había muchos mapas. Su padre había dibujado muchos de los sitios a los que iba, y antes lo hizo su abuelo. Sin embargo, a él no le atraía, y le costaba entender todos aquellos garabatos y nombres.
- Señor, ¿me deja a mí?- preguntó Rae. Bram le entregó el mapa. Al contrario que a él, a Rae no le costaba descifrar los mapas, y por la noche dibujaba la ruta que seguían en un pequeño cuaderno.
Siguieron en la dirección que marcó Rae, aunque pronto tendrían que parar, porque iba a llegar la noche. Buscarían algún sitio donde pudieran dormir y hacer una hoguera para calentarse.

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