martes, 22 de noviembre de 2011

Continuación "Salea, Reina de la Noche"

Fragmento del relato: "Salea, Reina de la Noche". Relato desde el principio: http://confesionesdeundistinto.blogspot.com/p/salea.html

Después de muchos días de viaje, Bram y Rae llegaron al estrecho de Rambután. En la orilla de la parte de Gea había unas barcas para cruzarlo. Compraron una y se dispusieron a traspasar el estrecho.

Bram miró el cielo. En ese momento no se veían las lunas, porque todavía era de día. Solo quedaba un día para que Diana y Vestí, o Sel y Ban, como las apelaban los saleanos, se alinearan.
Cuando llegaron al otro lado del estrecho, y pusieron pie en Umeria, encontraron que el bosque de Salea estaba vacío. No sabían que los saleanos viven de noche.
Bram no había escuchado la leyenda completa. Cuando Salea y su marido, Ságito decidieron separarse de los Raganos, hacía 150 años, aproximadamente, y otros se les juntaron, emprendieron el camino hacia aquel bosque, que por aquel entonces estaba deshabitado.

Al principio caminaban de día, en busca de la nueva tierra, pero Salea no tenía fuerzas, y tenían que pararse en cuanto empezaban. En cambio, por la noche Salea tenía una energía inexplicable. Por eso, empezaron a dormir por el día y andar por la noche. Parecía que las lunas le daban energía a Salea, y cuando no estaban, las perdía.

Ese ritmo de vida permaneció para siempre en los habitantes del bosque. Incluso los animales duermen por el día. Es muy peligroso dormir por la noche, porque podrían atacarte las serpientes blancas, cuyo veneno es mortal.
Pero todo esto no lo sabían Bram y Rae. Entraron en el aparentemente vacío bosque, que parecía muerto. Todo estaba tan oscuro que parecía que era de noche.
Caminaron en silencio por el bosque varios minutos.
- ¿Dónde está la gente?- preguntó Bram.
- Ssh, he oído algo.- dijo Rae.
Se oía a alguien o algo corriendo entre los arbustos. Unos segundos después el ruido dejó de escucharse. Volvieron a caminar.

- Creo que deberíamos parar. No veo nada.- dijo Bram.- Esperaremos al amanecer, porque está anocheciendo y está muy oscuro.
No se veía el sol, pero entre los altos árboles se notaba un cielo de crepúsculo. Rae estuvo de acuerdo en parar.

Se tumbaron entre las hierbas y las raíces que había en el suelo, y quedaron dormidos, mientras la tarde daba paso a la noche.


Les despertaron las voces de los hombres. Estaban atados a troncos. Lo primero que vio Bram fue aquel fuego azul, en torno al cual estaban sentados aquellos hombres. Miró de nuevo al cielo. Las dos lunas estaban allí, muy cercanas una a la otra, sin embargo en el bosque había más luz.
Cuando notaron que había abierto los ojos, uno de los hombres se levantó de su sitio al lado de la hoguera. Llevaban el torso descubierto, mostrando sus músculos, y solo un pequeño taparrabos, y unos pequeños zapatos de cuero elaborados manualmente. El hombre se acercó a él, con una mirada curiosa, pero fría. Le miró de arriba abajo.
- ¿Quién eres?
- Bram.- contestó.
- ¿Un asarj?- preguntó, mirándole con cara de desprecio.
Después miró al otro, que seguía dormido.

- Habéis tenido suerte de que os haya salvado de la muerte, pero ahora sois nuestros prisioneros. Aquí no aceptamos turistas. Vamos chicos, tenemos que proteger el bosque por si hay más de estos.

La tierra empezó a temblar, se oían los pasos rápidos de grandes animales, y entonces aparecieron aquellos enormes jabalíes de pelo blanco ante los ojos de Bram.
Cada hombre se montó en el lomo de uno de los grandes jabalíes, menos uno, que se quedo vigilándolos, al lado del fuego azul.


No hay comentarios:

Publicar un comentario